La ciencia en Nicolas de Cusa

Buenas tardes desde Academia Cruellas. Hoy vamos a centrarnos en la figura de Nicolas de Cusa como científico. Nicolas de Casa nació en 1401 y era hijo de un pescador relativamente próspero del Rin. Tenía una mente privilegiada, pero atrajo la atención por primera vez tras sus investigaciones sobre la Donación de Constantino, el documento del siglo IV por el cual el emperador cedía supuestamente el dominio de las iglesias Bizantina u Romana al Papa. Era considerada la prueba definitiva del derecho del Papa a la supermacía. Nicolás de Casa demostró que el documento no era más que una falsificación que databa del siglo VII.

En 1440, a la avanzada edad de treinta y nueve años fue ordenado sacerdote. Empezó a publicar trabajos de importancia en los que expresaba ideas muy heterodoxas y al mismo tiempo también era consciente de su propia ignorancia. Semejante actitud tiene sus peligros. Puede conducir a un espiritualismo resignado (retirada del mundo, misticismo) o a la introversión, pero en este caso no fue así. Para Nicolas de Cusa era un estímulo en la búsqueda del conocimiento.

A Nicolas de Casa le gustaba emplear imágenes matemáticas para ilustrar su filosofía. Incluso comparaba la búsqueda de la verdad por parte de la humanidad con la cuadratura del círculo. (Este rompecabezas matemático había llegado a obsesionar a los matemáticos medievales. El objetivo era construir un cuadrado de área igual a la de un círculo empleando tan solo regla y compás. Hubo de transcurrir un tiempo antes de que se demostrara que la empresa es imposible).

Sus ideas científicas eran explosivas. Creía que la Tierra giraba sobre su eje, lo que le llevó a concluir que giraba en torno al Sol. Dedujo que las estrellas eran iguales que nuestro sol, y que también ellas debía tener planetas habitables en órbita. Posteriores especulaciones le llevaron a la conclusión de que el universo era infinito. Y dado que carecía de centro alguno o, en el espacio no existían el “arriba” y el “abajo”.

Irónicamente, Nicolás de Cusa llegó a muchas de estas conclusiones como resultado de la aplicación de un principio básicamente metafísico inventado por él mismo. Se trataba de su coincidencia oppositorum, es decir, que los extremos se tocan. (Tomemos, por ejemplo, opuestos tales como un círculo y una línea recta. Según Nicolás de Cusa éstos se volvían coincidentes cuando se extendían hasta el infinito: la circunferencia de un círculo de radio infinito es una línea recta).

Las ideas cosmológicas no se basaban en pruebas experimentales, observaciones precisas o cálculos matemáticos. Seguro que a muchas de sus ideas les faltaba respaldo experimental, pero esto no se debió a falta de capacidad alguna en la esfera práctica. Fue pionero en el desarrollo de gafas cóncavas para corregir la miopía, propuso la utilización del pulso como técnica diagnóstica y trazó uno de los primeros mapas fiables de Europa, incorporándole la latitud y la longitud. Pero su destreza práctica alcanzó su punto culminante en un experimento en el que se utilizaban balanzas y que tendrían importantes consecuencias para la química. Este implicaba pesar una planta en crecimiento día tras día, y lo llevó a cabo con tal precisión que logró descubrir que la planta se alimentaba de aire, y también que el propio aire tenía peso. Era algo de lo que nadie antes se había dado cuenta. (se creía que el aire carecía de peso). No obstante, era prácticamente imposible que tales cosas fueran percibidas en aquella época, fundamentalmente porque la ciencia tenía aún que desarrollar los conceptos con los que captar semejantes implicaciones. Por eso, las ideas de Nicolás de Casa pasaron prácticamente desapercibidas durante mucho tiempo. Ni siquiera Copérnico había oído hablar de ellas cuando desarrolló de modo matemáticamente detallado el modelo heliocéntrico del sistema solar que De Cusa había inferido.

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