Comportamiento cíclico del consumidor
Buenos días desde Academia Cruellas, en Fraga. Nuestra reflexión de hoy se centra en el comportamiento del consumidor. Si dividimos a la empresas del país en productoras de bienes de consumo y productoras de bienes de capital, una de las diferencias más importantes entre ellas es que la demanda de bienes de consumo es más estable que la demanda de bienes de capital: si crecen las ventas, hay que comprar máquinas, hay que invertir; si se estabilizan las ventas, la adquisición de máquinas cae a cero. La demanda de bienes de consumo duradero ocupa un lugar interdedio. Como los bienes duraderos no se deprecian súbitamente, los consumidores somos prudentes acerca del momento en que debemos reponerlos. Si nuestras cargas financieras son ya muy elevadas, si esperamos dificultades en el mantenimiento del empleo o del nivel de renta, o si el tipo de interés del endeudamiento es muy elevado, podemos diferir la compra. De todos modos, el desgaste de muchos de estos bienes, cuando se utilizan dos o tres años más de su período normal de reposición, es importante, de modo que, después de un período de caída de las ventas, éstas vuelven a relanzarse.
El hecho de que la modificación de la estructura de edades de un país sea muy lenta y de que el consumo normal dependa, sobre todo, de la imagen que tenga cada familia sobre su renta permanente y de los hábitos de consumo adquiridos favorece una inercia estabilizadora del consumo con respecto a los movimientos cíclicos. Esta inercia se ve apoyada, además, por reformas sociales como el seguro de paro que rompen la conexión entre desempleo y disminución drástica del consumo. Los incrementos transitorios de renta no elevan en la misma proporción el consumo, ni las caídas de renta lo reducen en la misma medida, salvo en aquellos casos -como el actual- en que la disminución de la renta va acompañada de una disminución de la riqueza y de problemas de recomposición de la liquidez de las familias.
Algunas veces se acusa a las empresas de forzar, con sus técnicas de venta, esa estabilidad del consumo y el esfuerzo permanente de las familias por alcanzar niveles de vida cada vez más elevados. Es importante recordar las palabras de Marshall contra “ese entorpecimiento moral puede soportar que nosostros, con nuestros recursos y conocimientos modernos, contemplemos con desprecio la continua destrucción de todo lo mejor que pueden tener las multitudes humanas, y nos consolemos con la reflexión de que de todos modos los males de nuestra época son menores que los de las pasadas”. Una sociedad obsesionada por el consumo no sólo es incompatible con las necesidades de redistribución mundial que plantea el futuro de la humanidad, sino que puede contribuir a su entorpecimiento.
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