El paradigma keynesiano

El punto de partida de la concepción keynesiana de la política económica, dominante desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los setenta, fue la crisis de los años treinta.

La crisis de los años treinta fue una crisis de escasez de demanda agregada (la demanda agregada es la suma de las demandas de los bienes de consumo, de inversión y de exportación, menos la demanda de importación). Ante aquella crisis se planteó algo que entonces era revolucionario; primero fue presentado de una manera precientífica por Roosevelt, con la política norteamericana del New Deal; y luego fue desarrollado y explicado por Keynes en su famosa Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936). La idea básica consiste en provocar un aumento de la demanda agregada, mediante la manipulación de aquellas partes de la misma más controladas por el Estado (por ejemplo, el gasto público); se podría lograr de esta forma que la oferta y la producción respondiesen a ese tirón desde los sectores productivos existentes y con las mismas técnicas, sin más cambios sectoriales y tecnológicos que los normales en la evolución de la economía.

Este aumento de la demanda que fue la Segunda Guerra Mundial, en el que todos los recursos existentes se pusieron al servicio del esfuerzo bélico, eliminó la crisis de la década de los años treinta. Desde entonces, la gran mayoría de los economistas adoptó una especie de enfoque de “doble visión”: se aceptaba el intervencionismo del Estado que manejara, regulara y condujera la economía manipulando la demanda agregada según conveniese, mientras que se dejaba al libre juego del mercado el ajuste de las ofertas y demandas de cada artículo concreto.

Este esquema funcionó bien hasta el punto de que la época 1949-1973, en la que ese esquema se puso en práctica, fue, en términos de crecimiento económico, única en la historia económica mundial, y probablemente irrepetible en el tiempo.

El primer problema apareció en la década de los cincuenta con la llamada inflación autónoma desde los costes. Normalmente, en la concepción keynesiana, cuando la situación económica estaba deprimida se “tiraba” desde la demanda, con lo que se incrementaba la producción. Llegaba un momento en el que la oferta no era capaz de responder adecuadamente por haberse agotado la capacidad productiva (pleno empleo) y nuevas presiones de la demanda se traducían más en subidas de precio que en incrementos de la producción. Pero lo que ocurre en la década de los cincuenta es que aparecen subidas autónomas de los costes, que causan inflación, incluso cuando la demanda no está creciendo. El caso más estudiado es el de las subidas autónomas vía salarios, a través de las negociaciones sindicales. Para hacer frente a esta situación aparece una nueva rama de la política económica denominada política de rentas. Esta política busca controlar las distintas rentas e ingresos desde la oferta, es decir, en el proceso productivo.

El segundo problema apareció en el análisis del subdesarrollo. A veces se argumentaba que los países en desarrollo no tenían un problema de falta de demanda, sino que se les planteaban dificultades estructurales desde la oferta; es decir, no tenían factores, productos ni recursos suficientes para su crecimiento.

Ahora bien, es en la década de los setenta cuando surgen de verdad las dificultades. Tiene lugar el estancamiento económico mezclado con la inflación. ¿Cuál fue su causa? Una serie de materias primas y alimentos que importaban normalmente los países desarrollados subieron de precio de manera autónoma, lo que llevó a una inflación desde los costes y, al mismo tiempo, al contrario de lo que ocurre cuando la inflación de costes viene de los salarios, a una disminución de la demanda agregada.

Es decir, cuando la inflación proviene de una subida de salarios, el incremento de las rentas salariales implica un doblñe efecto: no sólo un efecto “empujón” sobre los precios vía costes, sino también rentas mayores para los asalariados, lo que incrementa la demanda. Ello lleva a una combinación de tensiones inflacionistas desde los costes y desde la demanda.

Pero en el estancamiento más la inflación que analizamos, al tratarse de productos importados, el segundo efecto es el contrario: aparece simultáneamente un empujón inflacionista desde los costes y una situación depresiva desde la demanda. Desde la demanda lo que ocurres es que hay que pagar más dinero al exterior para la importación de las mismas mercancías y, como tal, queda menos renta para demandar productos internos.

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