La frustración

¿Qué entendemos por frustración? Por frustración entendemos un estado psicológico caracterizado por reacciones emocionales negativas (agresividad, ansiedad, desolación) y producido por el fracaso en el cumplimiento de nuestros motivos. Básicamente la situación de frustración puede ser producida por dos causas:

  • Bloqueamiento de nuestras motivaciones por un obstáculo. Un obstáculo es todo aquello, distinto de nuestra propia voluntad, que se opone al cumplimiento de nuestros motivos, a la realización de nuestras tendencias. Puede ser una situación externa: un enbotellamiento de tráfico que me hace perder un avión muy importante. O una persona con propósitos opuestos. O también pueden ser mis propias deficiencias: mis limitaciones físicas o intelectuales, que impiden el cumplimiento de mis aspiraciones. Naturalmente, para que podamos hablar de frustación se requiere que la motivación bloqueada sea fuerte y persistente. Es inadecuado hablar de frustación con motivo de la insatisfacción de cualquier deseo, por ligero que sea.

  • Conflicto entre nuestras propias motivaciones. Normalmente, un conflicto entre motivaciones excluyentes es resuelto por la decisión de la voluntad, bien eliminando una de las alternativas, bien buscando una solución de compromiso. Pero puede haber situaciones en las que una decisión verdaderamente resolutiva resulte imposible, y entonces el individuo se encuentra en una situación de frustación. La causa de esta incapacidad resolutiva puede ser tanto subjetivo como objetiva.

La frustración debida a un conflicto de motivaciones puede tomar varias formas, según se trate: de dos incentivos agradables, que no pueden obtenerse a la vez; de dos incentivos desagradables, que no pueden rehuirse a la vez; de un incentivo agradable que no puede obtenerse sin tener que afrontar con otro desagradable.

De estas tres formas de conflicto, es particularmente interesante la tercera: la chica que desea tomar dulces, pero no engordar; el alumno que desea aprobar, pero no estudiar. Decimos entonces que la persona se halla en actitud ambigua o ambivalente. Podríamos caracterizar esa conducta diciendo que consiste en la tendencia a acercarse mentalmente al incentivo, pero alejarse realmente. Mientras planeamos, nos atrae sobre todo la parte positiva, agradable; pero en el momento de realización, adquiere mayor fuerza la parte negativa, desagradable. Y el proceso se repite en un movimiento de vaivén.

 

A proposito de la frustración, surge en seguida un problema:¿puede conseguirse, es deseable, eliminar la frustración? El pensamiento político utópico, siempre unilateral, predica el advenimiento de una sociedad no frustadora. Desde luego, ello es simplemente una fantasía. Freud vio acertadamente (y Rousseau mucho antes) que la frustración de muchos deseos infantiles es una condición indispensable para el desarrollo y para la adaptación a la realidad; y que, en general, toda forma de cultura lleva consigo cierto grado de frustación de los deseos. Ello, desde luego, no es una defensa de la frustación por sí misma. Es deseable la estructuración de la sociedad de tal forma que la medida de frustración que deben pagar sus miembros sea mínima y, dentro de lo posible, sea impuesta más por un proceso de reflexión y convencimiento que por un proceso de fuerza.

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