La crítica de Nietzsche

Buenos días desde Academia Cruellas. Hoy nos centramos en la crítica de Nietzsche a la tradición occidental. El objetivo de su crítica nos lo desvela el propio Nietzsche en el prólogo a su libro Más allá del bien y del mal, a saber, la filosofía dogmática, entendiendo por tal el platonismo. Platón, a juicio de Nietzsche, vino a instaurar el error dogmático más duradero y peligroso: el “espíritu puro” y “el bien en sí”. Esto ha significado la negación total de lque Nietzsche creyó que era la “verdad” del Ser. El platonismo significa poner cabeza abajo el perspectivismo, que es la condición fundamental de toda vida. Por tanto, al pie de la crítica se clarifica, frente al platonismo, la propia ontología de Nietzsche junto con el “error” ontológico que alimenta esa filosofía “dogmática”.

Siguiendo al propio Nietzsche podemos estudiar tres directrices dentro de la crítica: la crítica a la moral, la crítica a la metafísica tradicional, en su aspecto ontológico y epistemológico, y la crítica a las ciencias positivas. Hoy nos dedicaremos a ver la crítica a la moral.

Cuando hablamos de la crítica a la moral hay que dejar algo muy claro: Nietzsche se refiere a la moral como “contranaturaleza”, es decir, a aquella moral que se opone a la vida, que establece leyes o decálogos en contra de los instintos vitales, porque prefiere la inhibición a la exuberancia. La crítica de la moral platónica-cristiana señala que la moral contranatural, es decir, la moral enseñada hasta ahora, se dirige contra los instintos de la vida, es una condena -a veces encubierta- de esos instintos.

La base filosófica de la moral contranatural es el platonismo; el “mundo de las ideas” sirve de “más allá” religioso para los cristianos de tal forma que el platonismo acabó convirtiéndose en la metafisica cristiana. En efecto, esta moral pone el centro de gravedad del hombre no en esta vida, sino en la otra, en el mundo de las ideas, en el más allá salvador. Nietzsche no encuentra palabras suficientemente duras para calificar lo que denomina a veces, como “complot del cristianismo”:”…La vida acaba donde comienza el reino de Dios” (Crepúsculo de los ídolos).

De forma que la moral, como juicio valorativo sobre la vida y según ha sido enseñada e impuesta como “norma de conducta” en Occidente, no es sino un síntoma de la decadencia, del Nihilismo; en fin, un juicio valorativo que por ser antitético a la vida misma es por consiguiente negativo. Lo paradójico de este juicio negativo respecto a la vida es que sea en Dios y no en el hombre mismo en quien se justifique. Por ello, la moral como contranaturaleza tiene un primer objetivo: demostrar la voluntad libre que opera en el hombre. Entra ahí en escena el planteamiento moralista del cristianismo:”Los teólogos, para su existencia, apelan continuamente al orden moral del mundo, de ese modo nos hacen libres, responsables. Pero de ese modo infectan la inocencia del devenir por medio del castigo y de la culpa”. Para pecar y ser objeto de las iras divinas hemos de estar capacitados moralmente, es decir, ser “libres”. Pero Nietzsche invierte el argumento: la responsabilidad es posible si el hombre es libre y esto, a su vez, es posible porque al hombre y al mundo se le han hecho, previamente, “culpables”. El cristianismo, dice Nietzsche, es “una metafísica del verdugo”.

Lo que en sustancia se critica ahí es la idea de “un orden moral del mundo” que, a modo de “guía”, sirva para dirigir la historia del hombre. Pero se apunta, además y especialmente, hacia la “trascendencia” de ese orden como algo externo al hombre mismo; éste sí que tiene “órdenes”, “metas”, “leyes”, pero son propias, inmanentes, parciales y humanas. Una guía “absoluta”, tal y como la propone la moral tradicional, sólo es posible si imaginamos a alguien fuera del mundo, “fuera de la vida; pero esta idea es la imagen trasnochada de la propia moral cristiana cuyo resentimiento hacia la vida le ha obligado a buscar vectores exteriores a la propia vida, leyes no de este mundo, sino del más allá o del “mundo de las ideas”.

Puesto que el pretendido orden moral del mundo no viene dado por el propio hombre, no nos llega de la propia historia sino de Dios, la tesis nietzscheana que combate esta idea es la siguiente: si el concepto “Dios” ha sido hasta ahora la gran objeción contra la vida, contra la existencia, nosotros negamos a Dios, negamos la responsabilidad ante Dios; de esta forma “redimimos” al mundo. El hombre no necesita de Dios para saberse libre de origen, siempre lo ha sido y lo será, porque el mundo no tiene ninguna ley trascendente que le obligue.

Nietzsche es, pues, el gran crítico de la moral antinatural que él identifica, a grandes rasgos, con la moral tradicional. Solía llamarse a sí mismo como el “inmoralista”, pero no porque fuera amoral. Su moral va por caminos muy diferentes a los del cristianismo, pero no deja de tener una moralidad; la exaltación de la vida en su completo desarrollo: creatividad y destrucción naturales vistas desde el punto, propiamente nietzscheano, en que se devuelve al Ser la inociencia griega del devenir que había sido mancillada por una moral del resentimiento hacia la vida nos enseña la realidad del pensamiento moral de Nietzsche.

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