Baltasar Gracián

Baltasar Gracián nació en Belmonte (Zaragoza) en enero de 1601. A los dieciocho años ingresó como novicio en la Compañía de Jesús y estudió en Tarragona, Calatayud y Zaragoza. A partir de las primeras obras que escribió -siempre con seudónimo ya que la Compañía de Jesús prohibía escribir de cosas que no fueran de religión-, empezó a ser atacado y denunciado por sus propios compañeros de religión y le fueron impuestas unas cuantas sanciones. En Madrid se hizo famoso como un gran orador de temas sacros, y muchas personas no podían entrar en la iglesia donde predicaba porque estaba repleta de gente.

En 1658 la compañía de Jesús lo encierra y le prohibe escribir. Intentó salir de la Compañia, pero cuando estaba en ello, le sobrevino la muerte en Tarazona (Zaragoza).

La obra de Gracián es una meditación sobre el hombre en un doble aspecto: propone, por un lado, modelos de conducta, esquemas de comportamiento para alcanzar la excelencia; por otro, disecciona con una gran habilidad las debilidades humanas, las flaquezas y las miserias del hombre, que lo alejan de aquella perfección. Ambos aspectos aparecen en todas sus obras, pero el segundo aspecto aparece más claramente en El Criticón.

Su pensamiento aparece concentrado en breves fórmiulas conceptistas, son aforismos, los cuales sacuden la conciencia moral de las personas que lo leen. No hay en sus escritos zonas tranquilas, al contrario, todas las palabras están en mútua tensión.

La influencia de Gracián siempre ha sido mayor en Europa que en la propia España. En España, la crítica fue adversa hasta principios del siglo XX, en el cual se le rehabilitó junto a otros escritores.

En vida, sus obras fueron traducidas al francés, inglés; posteriormente se tradujo al sueco, italiano, alemán, holandés,…… Su visión del hombre, y por tanto su filosofía es radicalmente pesimista, como lo fue, por otra parte, en muchos escritores del siglo XVII. “El mundo es un cero”, escribe. Pero este pesimismo no es paralizante, antes bien al contrario, Gracián luchó con sus obras, con sus sermones, para mejorar la condición humana, con avisos, consejos y modelos dignos de ser imitados.

El oráculo normal y Arte de la prudencia, publicado en 1647, fue traducido a todas las lenguas europeas. Es una colección de trescientas máximas para alcanzar la perfección, seguidas algunas de breves frases aclaratorias. Veámos algunas de ellas:

“Aplicación y minerva (inteligencia). No hay eminencia sin entrambas(sin trabajo combinado con el talento natural), y, si concurren (si se dan juntas), exceso (hay una culminación de calidad en el hombre). Más consigue una medianía con aplicación que una superioridad sin ella. Cómprase la reputación a precio de trabajo (la verdadera fama se adquiere trabajando): poco vale lo que poco cuesta. Aun para los primeros empleos (puestos de mayor responsabilidad) se deseó en algunos la aplicación; raras veces desmiente el genio. No ser eminente en el empleo vulgar por querer ser mediano en el sublime, excusa tiene de generosidad (se aspira a mas); pero contentarse con ser mediano en el último (empleo de baja ocupación), pudiendo ser excelente en el primero, no la tiene (no tiene excusa). Requiérense, pues, naturaleza y arte, y sella (unión de talento y método es sellado o confirmado por el trabajo) la aplicación”.

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