Nietzsche

Uno de los planteamientos que Nietzsche  trastoca con su ontología es el del lenguaje “acerca del ser”. Si las categorías, los conceptos no nos sirven para acercarnos a la realidad del devenir, múltiple y cambiante, ¿qué otro “medio” tenemos para hablar del ser?

Contra la petrificación que el devenir sufre al quedar fijado en una categoría que la creencia y la costumbre convierte en inmutable, se exalta el poder de la imaginación metafórica que posee el hombre como más propio. La “metáfora” es considerada como una verdadera perspectiva porque con ella se logra una integración de diversidades; esta “metaforicidad metafísica” ofrece la posibilidad de no caer en el dogmatismo platónico porque la metáfora se mantiene abierta al mundo y no cerrada como ocurre con el modelo simplificador del concepto. En realidad, una buena metáfora actúa como si fuera una “pantalla” a través de la cual contemplamos el mundo; filtra los hechos, suprimiendo algunos y poniendo de relieve otros. Ahora bien, es distinto emplear una metáfora que ser empleado por ella, es decir, utilizar un “modelo” y confundir éste con la cosa representada. En este caso, no sólo se tiene un enfoque particular, sino que se considera como la única perspectiva posible. Es un filósofo dogmático quien así piensa: ha confundido la máscara con el rostro. Por ello la ontología nietzscheana diferencia al metafísico que confunde el concepto, la categoría, o el “modelo”, con el ser, del otro metafísico -él mismo- que tiene conciencia de que su clasificación de los hechos es arbitraria y podría haber sido distinta. Lo que separa a uno y otro metafísico son los modelos o maneras de acercarnos al mundo: el primero basa su metafísica en el concepto que, según Nietzsche, simplifica y obstaculiza el devenir del ser, mientras que el segundo se basa en la metáfora. Unicidad y pluralidad son las actitudes respectivas de las dos clases de metafísicos.

Esta exaltación, teórica y práctica, de la metáfora obedece a que no existe ninguna relación de causalidad lógica entre el mundo del objeto y el del sujeto. La única “relación” metafísica posible es la relación artística; la música, por ejemplo. Pero no se trata de una “formalización” del arte, sino de la exaltación del aspecto considerado fundamental en el hombre: su creatividad, el aspecto esencial de la Voluntad de Poder. En definitiva, el lenguaje sobre el ser no puede ser el de las ficciones lógicas, matemáticas, morales o religiosas porque se trata sólo de ficciones de la razón.

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