Opiniones de Ortega sobre Unamuno
“Ya está Unamuno con la muerte, su perenne amiga-enemiga. Toda su vida, toda su filosofía han sido…. una meditativo mortis. Hoy triunfa en todas partes esta inspiración; pero es obligado decir que Unamuno fue el precursor de ella. Precisamente en los años en que los europeos andaban más distraídos de la esencial vocación humana, que es “tener que morir” y más divertidos con las cosas de dentro de la vida, este gran celtíbero hizo de la muerte su amada. De aquí el sabor o, al menos, el dejo macabro, que nos llega de todas sus páginas, hable de lo que hable, juegue con lo que juegue.
…..No he conocido un yo más compacto y sólido que el de Unamuno. Cuando entraba en un sitio, instalaba desde luego en el centro su yo, como un señor feudal hincaba en el medio del campo su pendón. Tomaba la palabra definitivamente. No cabía el diálogo con él…..No había pues, otro remedio que dedicarse a la pasividad y ponerse en corro en torno a Don Miguel, que había soltado en medio de la habitación su yo, como si fuese un ornitorrinco.
Pero todo esto, entiéndase bien, en superlativo. Hay siempre en las virtudes y en los defectos de Unamuno mucho de gigantismo. A esa idea del escritor como hombre que se da en espectáculo a los demás, hay que ponerla una espoleta de enorme dinamismo y, más aún, de feroz dinamismo. Porque Unamuno era, como hombre, de un coraje sin límites. No había pelea nacional, lugar y escena en peligro, al medio de la cual no llevase el ornitorrinco de su yo, obligando a unos y a otros a oírle, y disparando golpes líricos contra los unos y contra los otros”
En la muerte de Unamuno
Obras Completas, vol 5º
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