¿Hay algo que no cueste?

Es posible encontrar cosas que cuesten muy poco, pero todo cuesta algo. Hasta el pastel de cumpleaños que me regalan tiene un coste para mí: el tiempo que dedico a comerlo.

También es posible que sea uno el que paga el coste y otro el que recibe el bien. Y esto tiene efectos económicos importantes. Si se vuelve gratuito el transporte urbano, nos aficionaremos a tomar el autobús más a menudo de lo que lo haríamos si tuviésemos que pagar su precio. Obviamente, se pretende que todos los ciudadanos puedan utilizar libremente un servicio público tan necesario como el transporte; pero como el usuario no paga, tiende a utilizarlo demasiado, y esto es un despilfarro. Por otro lado, alguien estará pagando los impuestos para financiar ese servicio: siempre hay alguien que paga.


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