Jan Van Eyck:”El cordero místico”

A finales de la Edad Media llegan a Flandes pintores de todas las regiones próximas por la muchísimas peticiones de obras por parte de los burgueses flamencos y de la adinerada burguesía flamenca. En la villa de Gante, encargan a Humberto y Jan Van Eyck un retablo, que será terminado en 1432. Dicho retablo suponía para la época en la cual estamos una auténtica revolución. Es la obra maestra de la pintura de Flandes anterior a Rubens.

Cuando el tríptico está cerrado, presenta en la parte superior la Anunciación y en la inferior a San Juan Bautista y San Juan Evangelista. Abierto, el tríptico ofrece un total de doce tablas. En la parte superior, las centrales, representan las tres figuras del Calvario, es decir, Cristo en Majestad, la Virgen y San Juan, y a los lados Adán y Eva, y los ángeles músicos y los ángeles cantores. La parte inferior de la tabla está ocupada por la gente que adora al Cordero Místico. En los laterales nos encontramos con unos caballeros de Cristo y al otro lado de la tabla peregrinos.

 

En primer lugar llama la atención el brillo de los colores y la luminosidad de la tabla. Dicha tabla fue pintada para la capilla Vijd, de la iglesia de San Bayón de Gante, la cual recibía la luz por unos altos ventanales situados a la derecha de donde se colocó el cuadro. Los artistas tuvieron en cuenta dicha iluminación ya que en en todos los paneles la luz procede del lado derecho, estando más sombreados los del lado izquierdo.

 

El realismo con que representan todas las escenas es absoluto. En la escena los caballeros de Cristo, las armaduras están al detalle así como la textura de las lanas o la suavidad de los forros. Este realismo consigue una penetración psicológica que se parta de los convencionalismos de la Edad Media.

 

La minuciosidad de los detalles es absoluta. La ventana de la escena de la Anunciación nos asoma a una calle del centro de Gante y nos enseña la calidad de los materiales de la construcción, las casas de los ricos y las casas de los más pobres, en las cuales sobresalen las grietas y astillas.

 

Además, todos los rostros se vuelven de forma espontánea hacia el centro, hacia el altar del Cordero Místico. Pero este realismo continua en cada uno de los personajes. La cabeza de Adán es la de un hombre que parece respirar. Cada cabello se dibuja con un trazo de plumilla. La piel no es un conjuto uniforme sino una superficie compleja donde observamos arrugas, venas, poros.

 

Esta es una obra que nos exige un tiempo a la hora de observarla, además de verla de cerca para distinguir lo diminuto.

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