Hannah Arendt
Hannah Arendt nació el 14 de octubre de 1906 en Hannover y pasó su infancia en Königsberg. Sus padres formaban parte del movimiento socialdemócrata. La familia no era religiosa. En su familia existía una identificación completamente natural con el judaísmo, identificación que iba unida a un rechazo de todo tipo de prejuicios y a una clara conciencia de sí mismos.
Uno de los conceptos fundamentales en su vida es el concepto de paria. El concepto de paria constituye su respuesta teórica y también su primera respuesta política al nacionalsocialismo y refleja sus experiencias en torno al grado de colaboración o de oposición al Estado que los intelectuales estaban dispuestos a asumir. Esto atañía particularmente a Heidegger. Heidegger, su antiguo profesor y amante, procedió a una adaptación al régimen nazi cuando en Freiburg accedió al rectorado, en 1933, ya que su predecesor, un socialdemócrata, fue cesado por negarse a poner en práctica el llamado Aviso Judío que excluía a los judíos de las universidades. Heidegger pronto agradeció su ascenso con su discurso en el que alababa la “grandeza” y la “nobleza” del “despertar nacional”. Arendt aprendió bien la lección de que los intelectuales pueden transigir y traicionar sus convicciones, pro su vulnerabilidad ante los atractivos de la aceptación social y ante la quimera de la respetabilidad y la influencia. Mejor ser un paria, un fuera de juego, que un advenedizo, un arribista: alguien cuya exorbitante necesidad de pertenecer al grupo procede directamente de su rechazo a aceptar el hecho de ser un don nadie, de su incapacidad de aceptarlo y valorarlo; y alguien que por lo tanto siempre vivirá con la esperanza de ser aceptado, y será susceptible de ser manipulado por aquellos, cuya pertenencia a un grupo envidia el “don nadie” y cuyo reconocimiento implora.
Pero si la ruptura de la tradición y la pérdida de autoridad eran ya irreversibles, si era cierto que los conceptos ya no eran capaces de garantizar la verdad, entonces el pensamiento no tenía otro remedio que buscar nuevas certidumbres. Para Arendt “pensar y estar vivo es una misma cosa”. Estar vivo significa estar radicalmente implicado en el presente y mantener una tensión que no excluye el diálogo entre el presente y el pasado. En este sentido, la construcción de un sistema filosófico no es algo vivo, como tampoco lo es ese determinismo histórico que trata de incorporar todo lo que es concreto a un proceso rígido; lo único vivo, en realidad, es la lengua. Hannah Arendt se muestra en muchos aspectos cercano a Walter Benjamin y encontrar en él lo que había encontrado anteriormente en Heiddeger. De Benjamin, Arendt tomó el método de “arrancar fragmentos de su contexto y ordenarlos nuevamente” a fin de rescatar de ese modo la fuerza que tienen los pensamientos nuevos y darles vigencia en el presente.
La llegada al poder de los nazis produjo en Hannah Arendt el doble impulso de comprender y resistir, y su amigo Blumenfeld fue el catalizador de ambos esfuerzos. La convenció de la lectura política sionista de la situación socio-cultural de los judíos alemanes, y la introdujo en el activismo resistente. Después de un periodo en la cárcel huyó a París donde se comprometió de lleno en la acción política. En París terminó el libro de su biografía de Rahel Varnhagen, uno de cuyos temas centrales es su reflexión en torno al paría. En 1941 logró huir a Estados Unidos y hasta 1951 se vio obligada a llevar esa miserable existencia que caracteriza a los apátridas. Fue evolucionando hacia posturas de izquierda, pero no era una izquierdista en el sentido marxista del término. En 1951 se publicó en Estados Unidos su primera obra, Los orígenes del totalitarismo, que la lanzó a la fama de la noche a la mañana. Hannah Arendt cree que el historiador debe hacer saltar por los aires el continuum histórico a fin de conquistar un espacio que le permita construirse un juicio crítico y autónomo. Solo así puede escribirse una historia que no esté deformada por la mano de los vencedores. Esta obra no solo trata de rastrear los elementos fundamentales del nacionalsocialismo, de buscar los orígenes y de indagar en aquellos problemas políticos que subyacen en él. Pretende, además, ser un manifiesto crítico contra las formas preestablecidas del pensamiento.
En Los orígenes del totalitarismo pretendía demostrar que la tiranía nacionalsocialista no fue una consecuencia necesaria del atraso alemán, por más que las circunstancias específicas de la historia alemana desempeñasen un papel significativo. El hecho de que el nacionalsocialismo consiguiera someter al conjunto de la sociedad a un sistema basado en el terror y la complicidad obedece, según Hannah Arendt, a otra razón. Se trata de la pérdida de una cultura pública y accesible y de una ética social que hace que los individuos, impotentes y aislados, solo se sientan seguros y capaces de actuar de modo sincronizado. Con esta idea, Arendt se dispone a examinar el presente desde el punto de vista de la responsabilidad política: es en el presente donde se decide de qué manera se transmitirá el pasado.
El nacionalsocialismo supone para cualquier científico razonable y humano un desafío que supera los límites de lo inimaginable: nos referimos al asesinato masivo y científicamente organizado de judíos. La ideología totalitaria funciona como un hecho consumado. No se siente afectada por ningún tipo de acontecimientos exteriores a ella ni por la opinión de otros. Esta idea le sirvió cuando empezó a informar sobre el caso Eichmann. El contacto con Eichmann confirmó tu tesis anterior: el nacionalsocialismo no debe ser considerado como el afloramiento de elementos soterrados ajenos a nuestra civilización, sino que es un fenómeno surgido en el seno de esta civilización.
Para Arendt, nos encontramos ante el mismo dilema frente al cual el nacionalsocialismo respondió de manera destructiva. ¿Cuál es este dilema? Nos hallamos en una era en que las distancias han desaparecido como consecuencia de la industrialización, en que los pueblos se relacionan cada vez más estrechamente produciéndose de ese modo una masificación del individuo hasta ahora desconocida, que por efecto de la pérdida de los lazos sociales tradicionales y de sus sistemas de valores, se encuentra solo y abandonado a sus propios recursos y que ya no está dispuesto a aceptar la carga que representa la responsabilidad política, al tiempo que se ve obligado a asumir una responsabilidad mucho más amplia.
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