El argumento ontológico de San Anselmo
San Anselmo de Canterbury ha pasado a la historia de la filosofía por haber sido el primero en formular una prueba de la existencia de Dios a partir de la idea misma de Dios. Se trata de la argumentación denominada como argumento ontológico. En líneas generales, San Anselmo lo formula del siguiente modo: todos los hombres (incluso el necio que en su corazón afirma que Dios no existe) tienen una idea o noción de Dios, entienden por Dios un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él; ahora bien, un ser tal ha de existir no solamente en nuestro pensamiento sino también en la realidad, ya que en caso contrario sería posible pensar otro mayor que él y, por tanto, caeríamos en contradicción; luego Dios existe no sólo en el pensamiento sino también en la realidad.
El argumento ontológico de San Anselmo nos plantea dos consideraciones. En primer lugar, no es fácil determinar el significado que San Anselmo concede a esta argumentación. Probablemente él no lo consideraba una prueba de carácter estrictamente lógico-racional, desconectada de su fe cristiana. El argumento ha de ser considerado seguramente desde la relación entre Fe y Razón que es característico del Agustinismo. San Anselmo parte de su creencia en la existencia necesaria de Dios, y la Razón es utilizada en este argumento para hacer inteligible este carácter necesario de la existencia divina. Ahora bien, este argumento ha sido históricamente desconectado de su contexto religioso para analizar su valor estrictamente filosófico y esto nos lleva a otras consideraciones.
¿Qué valor probatorio posee el argumento ontológico? Una serie de filósofos (Kant entre otros) han rechazado el argumento por considerar que en él se da un paso ilegítimo del orden del pensamiento al orden de la existencia real ¿En qué consiste la ilegitimidad de esta paso?
El argumento parte de la idea de Dios. El argumento es falaz, según Tomás de Aquino, porque si partimos de la esencia pensada de Dios, solamente podemos concluir en su existencia pensada, pero no en su existencia real, fuera del pensamiento. Para Kant, la falacia del argumento estriba en suponer que la existencia hace más perfecta a una cosa, que la existencia es una perfección. Para Kant, la existencia no añade perfección alguna a una cosa. Por lo tanto, la existencia no pertenece a la definición de ningún ser, según Kant, contra lo que supone la prueba de San Anselmo.
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