Auge y decadencia del Imperio Romano
Desde Academia Cruellas vamos hoy a comentar algunos aspectos del Imperio Romano. Como es bien sabido, la época de los Antoninos es la Edad de Oro del Imperio romano. Una época caracterizada por la paz y el bienestar. A todo ello hay que sumar las mejoras producidas en los transportes y la apertura de nuevas rutas marítimas libres de piratería. Todo este Imperio se extendía desde el mar Báltico al Eufrates, desde los Cárpatos al Sahara y estaba regido por un único sistema político-económico.
El consumo se extendió a todos los sectores de la sociedad incluidas las clases urbanas inferiores. Hubo cambios, reformas, aparición de nuevos centros urbanos. Se mejoró la agricultura, estimulada por los intercambios comerciales e incluso hubo mejoras en el sector artesanal, en el que en algunas partes se pasaron a constituirse en formas de manufacturas organizadas, eso si, siempre de los límites que permitían los limitados conocimientos técnicos del momento.
Las ciudades se vieron enriquecidas con edificios públicos espléndidos, foros, templos, plazas públicas, arcos triunfales, afiteatros, termas y basílicas. Muchas de estas obras eran financiadas por la acaudalada burguesía local que quería que su nombre pasase a la posterioridad. Hubo inversiones en regadíos, drenaje de suelos pantanosos, acueductos, puentes, caminos y medios de transporte.
Además, la intervención del Estado actuó en diferentes frentes. Para fomentar la agricultura y satisfacer las necesidades de los pequeños agricultores, el Estado estableció una especie de crédito rural el cual concedía préstamos a los agricultores; los intereses de dichos préstamos se destinaban al sostenimiento de niños desvalidos. Además, el Estado fundaba y sostenía escuelas públicas, lo cual hizo que se extendiera la educación a grupos tradicionalmente sin esta.
Sin embargo, tras la fachada de aparente prosperidad se estaban incubando las bases de la posterior caída. A finales del siglo II a.C. la economía se estancó. ¿Por qué? La economía romana recibía un notable estímulo con la llegada de los grandes tesoros procedentes de los saqueos en las diferentes guerras. Estos tesoros produjeron una fuerte inflación en la economía romana. Los últimos tesoros que entraron fueron los de los dacios. Constituyó un verdadero río de oro de Oriente hacia Occidente. La inmensa mayoría de dichos tesoros se utilizaron en suministrar monedas para las necesidades del Estado. Pero ya con Adriano, el Imperio se colocó a la defensiva. Además surgieron dificultades debido al excesivo consumismo. Dados los altos niveles de consumo privado, el consumo público resultó ser excesivamente elevado. El estado se lanzó a una política de bienestar despropocionado con los recursos existentes. Las distribuciones de trigo a las gentes de las ciudades empezaron con los Gracos. Al trigo se le añadió aceite, carne de cerdo, vino y regalos en forma de dinero. Este incremento del gasto, en una época en que los aflujos del exterior decaían, incrementó los apuros del Estado. Ya en época de Trajano, el Gobierno tuvo que intervenir en algunas ciudades nombrando comisarios para controlar el gasto.
Además, se produjo todo un flujo demográfico del campo a la ciudad. Dicha corriente migratoria estaba estimulada por el hecho de que la mano de obra agraria sufría el desprecio por parte de la población. Por lo tanto, había dos fuerzas en clara contradicción. Por un lado, disminuían las fuerzas productivas, y por el otro, se registró un aumento considerable del consumo de las ciudades. Aquí es donde podemos encontrar la explicación del alza de los precios en la segunda mitad del siglo II.
Además, esta crisis puso de relieve uno de los males fundamentales de la economía antigua, a saber, la concentración de la riqueza en manos de unos pocos.
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