La percepción y los conceptos

¿Cuál es la influencia que los elementos intelectuales (conceptos y palabras) ejercen en la percepción? De entrada no es razonable poner una separación tajante entre lo sensible y lo intelectual o simbólico, sino que más bien debemos pensar que en la misma percepción intervienen también las disposiciones intelectuales que hemos adquirido por medio del lenguaje y que constituyen nuestro sistema conceptual.

 

El proceso de desarrollo de la percepción en el niño se prolonga de una manera natural en la clasificación y designación de los objetos. De una manera espontánea, el niño pasa de la observación de las propiedades de forma o función de varios objetos a la agrupación de esos objetos en una clase a la que de pronto, por imitación de los adultos, designará por un nombre. El niño que tiene un perro llamado “Sultán”, articulará primeramente ese nombre a modo de interjección, como reacción espontánea a la pararición del perro, y casi como parte integrante del suceso de la aparición. Pero enseguida usará esta palabra ante la presencia de cualquier animal que presente algunas características de forma y comportamiento semejantes a las de su perro. A la vez, la articulación de la palabra cambiará de sentido: pasará de ser una interjección y casi una invocación mágica a ser una descripción intencional. Muy pronto el niño señalará con el dedo el animal a su acompañante, como invitándole a contemplar la exactitud de su descripción.

 

Lo importante en este momento es señalar cómo este proceso de clasificación y designación, que se ha desarrollado a partir de la percepción, revierte luego sobre ella. Una vez elaborados, clasificaciones y conceptos actúan como “orientaciones posibles”, como “hipótesis que hay que comprobar” cuando nos enfrentamos con un conjunto estructurado de datos sensibles. Si observamos lo que pasa en la mente del niño y, más abreviadamente en la del adulto, sería lo siguiente:”Esa forma azul y primática, de escasa altura, que tengo ahí delante, ¿es un libro?” El concepto “libro” actua así como una “hipótesis posible”, que habrá de ser comprobada, si es preciso, con más datos.

 

Naturalmente, esto es una forma de hablar. En nuestra percepción de este objeto como libro no suelen intervenir elementos conceptuales ni lingüísticos expresos. Por supuesto, puedo decir en mi cabeza: “Sí, esto es un libro”, pero no es necesario ni frecuente que lo haga. Pero con esta manera figurada de hablar, queremos centrar la atención sobre un punto importante: en el proceso total de la percepción, no nos contentamos con captar la forma de un objeto, sino que esa forma es una invitación a su interpretación, es decir, a su clasificación bajo uno de nuestros conceptos.

 

La percepción no es, por tanto, un proceso pasivo de recibir información, sino un proceso activo en el que nosotros usamos la información recibida por los sentidos para sugerir y comprobar hipótesis. Y podemos quizá, decir más: desde el momento que la “hipótesis” se comprueba, cuando yo percibo este objeto como reloj, el objeto percibido, sin dejar de ser algo concreto e individual, queda en cierta manera conceptualizado: no sólo es un individuo, sino también un tipo, un símbolo.

 

El estudio de la percepción de las personas adultas confirma que nuestra interpretación de la percepción no es arbitraria. En este sentido nos encontramos con una dificultad de principio: y es que la percepción adulta parece ser un proceso tan rápido que resulta imposible de analizar. Sin embargo, por rápido que sea, no es instantáneo, y los psicólogos, con una serie de artificios, han logrado retardarlo y desacelerarlo, de manera que pueda estudiarse su desarrollo integral.

 

Hay en primer lugar, una conciencia de que hay “algo ahí”, algo que se destaca y diferencia del transforndo. Enseguida ese “algo” comienza a tomar forma: primero se percibe el contorno y después los principales rasgos internos, como color, partes, etc. A partir de ahí comienza el proceso de clasificación e identificación: ésta puede ser instantánea, si se trata de un objeto familiar; pero puede también prolongarse, cuando se trata de objetos poco conocidos, o de objetos conocidos pero colocados en perspectivas poco usuales. En todo caso, es importante que el sujeto quiere seguir, no da su percepción por acabada, hasta que pueda po así decir conculir los datos con la atribución de un nombre al objeto.

 

Es importante decir que en el proceso descrito, el momento de la conceptualización no es el final, el de la atribución del nombre. La conceptualización o clasificación está, por así decir, planeando sobre todo el proceso: desde el momento inicial, en que el objeto aparece como “algo ahí”, como “cosa indeterminada”, hasta el momento final, en que adquiere una clasificación definitiva.

 

La percepción es, por tanto, una respuesta unitaria del organismo humano a un complejo de estímulos procedentes de los sentidos, respuesta en la que intervienen de manera muy importante los símbolos que muy temprananmente el hombre ha desarrollado precisamente para comprender e interpretar un mundo que se le ofrece abierto y desnudo.

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