La industrialización asiática
Corea del Sur y Taiwán pasaron a ser las primeras ex colonias del siglo XX en alcanzar un desarrollo económico sostenible, es decir, aumento sostenido de la renta per cápita, pleno empleo y sin problemas en la balanza de pagos. Además, la distribución de la renta en Japón, Corea del Sur y Taiwán ha sido bastante equitativa. Todo ello hace que hoy centremos nuestro análisis en dicho proceso de industrialización.
Como sabemos la hegemonía económica occidental surge a partir de 1760 con innovaciones como la máquina de vapor que transformaron la industria y la sociedad británica e hicieron que la productividad alcanzará niveles sin precedentes. De forma parecida, en la Segunda Revolución Industrial de un siglo más tarde en los Estados Unidos y Alemania, fue otra oleada de cambios tecnológicos. Las innovaciones transformaron la industria química y eléctrica pesada de Alemania, y en los Estados Unidos se desarrolló un sistema radicalmente distinto de fabricación en serie.
Después de la segunda Guerra Mundial, asistimos al ascenso de la actividad manufacturera en Japón, Corea y Taiwán, así como también en Turquía, La India, Méjico y Brasil. Ahora bien, sus procesos de industrialización no guardan ya relación con la primera o segunda revolución industrial. Este industrialización ha tomado prestada la tecnología que ya había sido desarrollada por otros países. Además, el tipo de empresas son diferentes, ya que no es una empresa a pequeña escala o una gran firma con múltiples divisiones. Ahora se trata de grupos de empresas diversificado, como por ejemplo los zaibatsu en Japón, los chaebol en Corea. Es decir, estas empresas están diversificadas en industrias no conectadas tecnológicamente ya que no tienen ninguna tecnología propia que explotar.
Los grandes grupos empresariales occidentales otorgan el máximo status y las mayores asignaciones al I+D, al diseño y a otras funciones de alto nivel relacionadas con la innovación. El lugar estratégico se sitúa en los puestos más elevados. En cambio, en las firmas de industrialización reciente el énfasis se sitúa en la planta de producción, ya que es aquí donde la tecnología prestada debe hacerse funcionar y perfeccionar hasta el punto de convertirse en un arma competitiva, como el caso de las mejoras de producto y sistemas de control de calidad japoneses.
Japón, Corea y Taiwán son importantes inversores de I+D. Pero su herencia como prestatarios de tecnología todavía se manifiesta. Continúan haciendo una mayor inversión en técnicas de producción a nivel de fábrica que la mayoría de las empresas norteamericanas. Tienden a integrar más estrechamente la eficacia a nivel de fábrica que la mayor parte de empresas norteamericanas.
Otra característica de los países de industrialización tardía es la de estar respaldada por el Estado. No solo han protegido a las nuevas industrias de la competencia extranjera, sino que han otorgado incentivos especiales a empresas e industrias estratégicas. Esto es clarísimo en Japón, Corea y Taiwán, donde la intervención del Estado ha implicado distorsiones del precio del capital y protección frente a las importaciones. Ahora bien, los gobiernos del Este asiático han protegido a las empresas de la competencia extranjera, pero han establecido unos estrictos objetivos de exportación que éstas deben perseguir. Han proporcionado importantes créditos preferenciales a los grupos de empresas, pero han impedido la fuga de capitales o las salidas ilegales de capital a cuentas bancarias particulares. A la gran empresa se le ha permitido la importación de tecnología, pero se le ha obligado a invertir en la consecución de una capacidad tecnológica propia. Por último, si bien no se han puestos obstáculos a prolongadas jornadas laborales y a unas estrictas normas de trabajo, las empresas han tenido que pagar a sus trabajadores altas tasas de incremento de los salarios reales y ayudar en su formación. Esto es básico, ya que en una industrialización basada en el aprendizaje, la educación es clave.
Los gobiernos asiáticos asignaron subvenciones con más acierto que otros Estados, no porque fueran más listos, sino porque ejercían un mayor poder y control sobre los negocios, algo que reflejaba unas condiciones sociales e históricas con raíces profundas. Los gobiernos de postguerra de Taiwán y Corea del Sur heredaron el sistema de banca de propiedad nacional de Japón, su antiguo colonizador, y el control sobre los recursos económicos los capacitó para imponer sus modelos de actuación como condición previa para dar las subvenciones. Además, todos ellos sufrieron transformaciones a finales de los años 40 por medio de reformas agrarias, que provocaron el desmantelamiento de una clase de ricos terratenientes que de otra forma habrían constituido un desafío a la autoridad del gobierno.
Respecto a la cuestión de la represión laboral, es innegable que los países del Este de Asia han tenido sistemas políticos con tendencias autoritarias. Ahora bien, esta represión laboral no es mayor que la que podía existir en Brasil, Turquía o Argentina. Por tanto, el crecimiento económico del Este asiático no puede atribuirse únicamente a la represión política. Lo que sí se podría afirmar que los países de industrialización reciente han disciplinado al mundo laboral y también disciplinaron al mundo del capital.
Por último, si analizamos el comportamiento de los gobiernos americano y de los países del Este asiático, nos dará una visión más clara de todo ello. El gobierno americano ya proporciona ayuda a las empresas por diversos medios (gastos militares, exenciones fiscales, protección arancelaria para algunas industrias como el acero,..). También impone disciplina en el mundo de la empresa a través de la regulación (leyes antitrust, control medioambiental, seguridad e higiene, etc). Lo que el gobierno americano no hace es combinar ambas intervenciones de forma desarrollista, tal como hacen los gobiernos del Este de Asia. Por ejemplo, la industria de bienes de equipo de Taiwán recibe ayuda del gobierno para comprar empresas de bienes de equipo norteamericanas. A cambio la industria accede a invertir cierto porcentajes de su cifra de ventas en I+D y medidas de protección ambiental. Mientras tanto, la industria de bienes de equipo norteamericana ha recibido protección arancelaria frente a las importaciones de maquinaria de Japón y Taiwán sin otras condiciones.
Este es el quid de la cuestión. Quizá sea hora de que para mantener la actividad empresarial a un alto nivel, los trabajadores deberíamos exigir que cualesquiera que sean los incentivos que reciban las empresas nada debería darse sin obtener a cambio un nivel de actuación concreto, programado y orientado hacia el desarrollo.
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