El petróleo en la política exterior norteamericana
Bush señaló a principios de 2001 que satisfacer las necesidades energéticas del país era una de sus tareas más importantes. ¿Porqué? La abundancia de petróleo es crucial para la existencia y rentabilidad de muchas de las principales compañías del país, y por ello, la escasez energética puede acarrear consecuencias económicas muy graves. Además en el petróleo se basa la mayoría del combustible del transporte de Estados Unidos. Además es fundamental para la seguridad nacional ya que permite el funcionamiento del ejército con sus tanques, aviones, helicópteros y buqyes de guerra.
Para enfrentarse a todo ello el presidente Bush creó en febrero de 2001 el Grupo de Desarrollo de una Política Energética Nacional (GDPEN) y le encargó la tarea de desarrollar un plan de largo alcance para cubrir las necesidades del país. Para dirigir el GDPEN, Bush eligió a Dick Cheney. Cheney, además de ser un antiguo secretario de Defensa, fue presidente de Halliburton, una firma de servicios petroleros, antes de unirse a la campaña de Bush en 2000.
Tan pronto se creó el GDPEN, se observó que Estados Unidos tenía solamente dos posibles salidas: continuar por el camino seguido hasta entonces, es decir, consumir cada vez mayores cantidades de petróleo; o, por el contrario, reducir la dependencia del petróleo y encaminarse hacia las fuentes de energía renovables. El GDPEN, emitió una conclusión al respecto: rechazar la vía de la dependencia del petróleo importado y mejorar la eficiencia del combustible. Para aumentar la producción nacional, el informe lanzó la propuesta del inicio de las perforaciones en el Refugio Natural Nacional del Ártico. Ahora bien, el informe también declara que Estados Unidos debe garantizarse un mayor suministro de petróelo de fuentes extranjeras. Por ello, el informe Cheney declara que “hay que convertir la seguridad energética en una prioridad de nuestra política exterior y comercial”.
Todo ello tendrá consecuencias en la política exterior norteamericana. Estas ideas guiarán la política exterior norteamericana en todas las regiones petroleras importantes, especialmente en la región del golfo Pérsico, la cuenca del mar Caspio y América Latina. Es interesante analizar el caso del golfo Pérsico.
El golfo Pérsico ha sido desde hace muchos años un centro importante de la política exterior norteamericana porque allí se encuentran las mayores reservas de petróleo del mundo. Además, los países de la zona son los mayores productores diarios del mundo. ¿Es de allí donde Estados Unidos importa su petróleo? No, pero el golfo Pérsico es observado como un lugar estratégico para la estabilidad de la producción energética de la región ya que sus principales aliados -Japón y los países de Europa Occidental- dependen de esas importaciones para una gran parte de su consumo total de petróleo y porque ellos pueden mantener la estabilidad de los precios.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el presidente Roosevelt se reunió con Abdul Aziz ibn-Saud, fundador de la moderna dinastía saudí, y llegó con él a un acuerdo mediante el cual Estados Unidos aceptaba proteger a la familia real contra sus enemigos internos y externos a cambio de un acceso privilegiado al petróleo saudí. En los años siguientes, Estados Unidos también proporcionó ayuda en seguridad al sha de Irán, a los dirigentes de Kuwait, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos. Estos acuerdos han llevado a la venta de grandes cantidades de armas a esos países y al despliegue de fuerzas de combate.
En caso de dificultades de suministro del petróleo, la política estadounidense no es ambigüa: en caso de surgir una amenaza, Estados Unidos utilizará los medios que sean necesarios, incluída la fuerza, para asegurar la continuidad del flujo del petróleo. Este principio fue formulado por Jimmy Carter en 1980, después de la invasión soviética de Afganistán y la caída del sha de Irán. Desde entonces, esta idea se ha mantenido intacta en la política exterior norteamericana. Desde entonces, Estados Unidos ha utilizado la fuerza en muchas ocasiones: primero en 1987-1988, para proteger los petroleros kuwaitíes de los ataques de los misiles y las cañoneras iraníes (Operación Voluntad Ferviente), luego en 1990-91 para expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait (Operación Tormenta del Desierto), hasta llegar en los últimos años a la invasión de Iraq.
A principios de la primavera de 2002, el Gobierno Bush llegó a la conclusión de que la política de contención no era suficiente para eliminar la amenaza planteada por Saddam Hussein a los intereses estadounidenses en el Pérsico, y se hacía necesaria una acción más contundente. En la justificación de dicha acción, la Casa Blanca se apoyó en la idea de que Iraq poseía armas de destrucción masiva o estaba fabricándolas. Ahora bien, este argumento ya fue utilizado por Dick Cheney en 1990 para justificar el empleo de la fuerza en la región.
A pesar de ello la Casa Blanca negó una y otra vez que el petróleo tuviera alguna relación con los motivos de Washington para invadir Iraq en 2003. Ahora bien, si nos fijamos en como se desarrolló la guerra nos damos cuenta que la ocupación de los campos petrolíferos iraquíes estuvo entre las principales prioridades de las fuerzas estadounidenses en cuanto empezó la guerra y el edificio del Ministerio del Petróleo fue prácticamente la única instalación gubernamental protegida contra los saqueadores cuando las tropas estadounidenses entraron en Bagdad. Según señaló un “alto funcionario”, el Gobierno de Bush quiso tomar los campos petrolíferos intactos con el fin de reanudar rápidamente las exportaciones iraquíes y obtener así una fuente de ingresos para la ocupación y la reconstrucción del país. Pero esto no fue posible ya que como resultado de los constantes ataques y sabotajes de las fuerzas insurgentes, la infraestructura de Iraq apenas funcionó y la producción diaria de petróleo cayó por debajo de los niveles anteriores a la invasión.
Otro posible foco es el continuo pulso con Irán. El potencial para el conflicto entre Estados Unidos e Irán proceden de dos factores: la búsqueda iraní de armas nucleares y la amenaza implícita a los envíos de petróleo en el golfo Pérsico. Estados Unidos, junto con la comunidad internacional, ha declarado que no permitirá que Irán consiga armas nucleares y que la acción militar sigue siendo una opción si las negociaciones no logran llegar a una prohibición verificable. Además, existe otra preocupación, y no es otra que la amenaza potencial planteada al transporte de petróleo por las capacidades aéreas, navales y de misiles iraníes. El territorio de Irán se extiende por toda la costa septentrional del golfo, y se dice que los misiles antibuques iraníes están situados cerca del estrecho de Ormuz, por donde pasan todos los días petroleros con una carga estimada de 14 millones de barriles, aproximadamente una quinta parte de la producción mundial.
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