Baruch de Spinoza (1632-1677). Ética

Spinoza rechaza la ética tradicional, basada en un conocimiento imaginativo de la naturaleza, conocimiento que ha suplido la ignorancia de la razón con juicios valorativos sin correspondencia alguna con la realidad, la cual no puede ser objeto de valoración, sino solo de descripción. En la naturaleza no existe ni el bien ni el mal; no existe tampoco libertad, sino necesidad, un orden lógico que hay que conocer. La realidad es tal como es. La ética no la ha de juzgar o cambiar, sino sólo conocerla adecuadamente.

Así pues, la ética tal como Spinoza la concibe, es el conocimiento adecuado (racional) de la naturaleza. Conocimiento que es descripción, y no valoración, puesto que la naturaleza es ya perfecta y no tiene ninguna causa final a la que deba tender y realizar. Descripción y no valoración, puesto que la libertad, entendida como libre albedrío, no existe, y no se puede juzgar aquello que no puede ser de otra forma. La libertad es, para Spinoza, el conocimiento de la necesidad.

El único imperativo ético es la ley del conatos, por la cual “cada cosa se esfuerza (…) por perseverar en su ser”. Para ello es preciso conocer las causas de los afectos, es decir, de las “afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar de ese mismo cuerpo”. Los tres afectos básicos son:

  1. el deseo, esfuerzo consciente por perseverar en el ser y aumentar su potencia
  2. la alegria, “pasión por la cual el alma pasa a una mayor perfección” (realidad) al aumentar la potencia de acción del cuerpo
  3. la tristeza, “pasión por la cual el alma pasa a una menor perfección” al disminuir la potencia de acción del cuerpo

 

Lo bueno es lo útil, lo que favorece nuestra potencia de actuar. Y la virtud es el poder, la potencia de actuar, y no la adecuación de la propia realidad a una idea previamente establecida como perfección.


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