EL POEMA DEL MIO CID



El poema fue compuesto mucho tiempo antes: en la primera mitad del siglo XII. Aunque algunos críticos piensan que se escribió a principios del siglo XII.
No se sabe quién fue su autor. Algunos consideran que es obra de dos poetas, uno de la región de San Esteban de Gormaz, y otro de la de Medinaceli, en la provincia de Soria. El más antiguo es el de San Esteban de Gormaz, que debió de escribir poco después de la muerte del Cid (1099), antes quizá de 1120. Compuso el cantar del destierro, y parte del de las bodas y del de la afrenta de Corpes, que son las tres partes en que se divide la obra; a él, pues, se debe el plan general de esta obra.

El poeta de Medinaceli reformó el primitivo poema, lo refundió y le añadió los rasgos más novelescos, algunos años más tarde, hacia 1140. Entre ambos autores hay una continuidad de inspiración.

El personaje cuyas hazañas exalta El Cantar fue Rodrígo Díaz de Vivar, caballero castellano que, junto con otros, según la tradición, tomó juramento, en Santa Gadea de Burgos, al rey Alfonso VI de que no había fraguado el asesinato de su hermano don Sancho. Se casó con Jimena Díaz, prima hermana de Alfonso VI. Cayó en desgracia del rey, por oscuras razones, y tuvo que abandonar Castilla en 1081. Entro al servició del rey moro de Zaragoza, y peleó contra enemigos de este, incluido el cristiano conde de Barcelona, Berenguer Ramón. Gano fama de gran guerrero entre los árabes que lo llamaban Sidi, Cid, “señor”. En 1087, regresó a Castilla, perdonado por el rey; pero desairó otra vez a esta, que lo condenó a un nuevo destierro. Sirviendo nuevamente al rey moro de Zaragoza, empezó a conquistar el litoral valenciano, y luchó contra el propio Alfonso VI. Conquistó Valencia, y apoyó a los reyes de la ciudad frente al avance de un enemigo común: los almorávides. Allí vivió como soberano; volvió a la amistad de Alfonso VI, y emparentó con las casas reales de España, casando a sus hijas con Ramiro, infante de Navarra, y con Ramón Berenguer III de Cataluña.

Las gestas del Cid, su carácter independiente y rebelde excitaron la fantasía popular. El poema se ajusta a la realidad; pero al enjuiciar esa adecuación, no debemos olvidar que sus autores no escribían una crónica sino una obra poética.

Si el Cantar, como tal, dejó de estimarse a partir del siglo XIV, no se olvidó nunca la leyenda del Cid. En efecto, Rodrigo, legendario y muy distinto al descrito por el viejo poema, es el protagonista de un Cantar de Rodrigo (siglo XIV). Y esa leyenda, junto con la lectura de las crónicas en que el poema fue prosificado, inspiró obras importantes de nuestra literatura. Especial relieve tiene la comedia Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro (1569-1631), que fue imitada por uno de los máximos autores franceses del siglo XVII, Corneille, en su famoso drama Le Cid.

Por último, señalar que la métrica del poema es irregular, es decir, sus versos no tienen idéntica medida. Era cantado por los juglares, y los versos se adecuaban a las distintas variaciones de la melodía. Hay versos desde 10 hasta 20 sílabas. Dominan los de 14 (alejandrinos), con tendencia regular a aumentar. Casi todos tienen hacia su mitad una cesura o pausa. Los versos riman entre sí en asonancia; esta cambia varias veces a lo largo del poema, que, por tanto, se compone de series o tiradas sucesivas y desiguales de versos irregulares asonantes.

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